domingo, noviembre 05, 2006

 

Un día

Un día, una tarde soñolienta y cansada, estoy viéndome en el cristal del vagón, voy despeinado y descontento, hoy el desencanto se ha hecho dueño de mi. Cuando entré, no pude sentarme, a través de mis ojos, un rato húmedos, un rato secos, no descubrí puestos libres. Hay una minifalda ordinaria, un viejo seco y sucio, acné bachiller y ojeras secretaria, me duele un poco la cabeza. Me dedico a recordar algunas tonterías, mis días viejos, mis días no tan viejos y los días de ahora. Algo amargo me resulta ver esa belleza frente a mi; una niña dulce, serena, reposando en brazos de su madre, mas allá, una “niña” dulce, sirena, reposando en los brazos de su amante. Ahora me están rodeando los agudos chillones de una canción de salsa, diez minutos buscando de donde salen; son de un afro franela Bulls casi sordo. Desde aquí veo atún, medias, ropa interior, fotos, cigarros: que feliz el que fuma, pero...”No Fume”. Un frenazo, un empujón, una corneta hablando, una estación ruidosa y ahora hay mucha mas gente, me muevo un poco y sudo un poco, me sudan encima y me mueven también, vuelvo a pensar en cosas tontas y me pongo triste. Dos gritos y una risa me asustan, dos niños de franela blanca y sello azul, dos obreros de braga azul y franela blanca, a ver quien grita más, quien me asusta más, quien me molesta más. Estoy demás aquí, no puedo estornudar ni toser, me pregunto si será mejor bajarme. Un gordo se pone de pie, el viejo se sienta, seco y sucio, pero se sienta, el gordo me aparta, me pisa, me acusa. Llegamos a su estación, el freno, el ruido y la gente otra vez, más y más gente, pienso en bajarme, no aguanto a la gente, me agito y me agitan, risas, gritos, chistes, groserías, barbarismos, solecismos, dequeísmo, racismo, la noticia del día, la hora y el jonrón...¿o es un gol?, muertos, vivos y más vivos que los vivos. Yo mejor me bajo en la próxima, veo unas bolsas atravesadas y una señora de mal humor, vestido marginal, una fea me ve y yo la veo también, también soy feo ¿y que? Camino un poco buscando la puerta para irme, hay muchísima gente, me encuentro con algo raro frente a frente, pensándolo bien es un hombre...creo. Oigo palabras de cerca y de lejos, este es mi día común y yo soy común, estoy casi en la puerta, miro a la fea y no me mira, miro hacia el afro y no me oye, huelo perfumes, sudor, tierra y lo que sea pero me bajo. Frenamos todos juntos, me alegro, adiós a todos, adiós a mi día común, hoy haré algo nuevo. Bajo del vagón, respiro profundo antes de apartarme y con sigilo me acerco a una de las paredes, estoy como esperando, no conozco esta estación, ni estos colores. Comienzo a caminar lentamente subiendo las escaleras, escaleras raras, huele a freno y a túnel, veo gente extraña, desconocida, como el pasillo al cual llego, los vigilantes me miran sospechosamente, temo preguntarles donde estoy, la estación está en penumbra y muy silenciosa, la gente camina mirando al suelo. En medio de la oscuridad me dirijo a la salida y salgo a la calle sin torniquetes y con el ticket en la mano, volteo a ver si me siguen, no viene nadie, ni un alma, de pronto caigo en cuenta que me estoy mojando. Cae la lluvia pesarosa y la cabeza me duele aun más, la calle me es desconocida, extensa, casi perversa, y sobre todo, ansiosa. Doy algunos pasos en busca de refugio, ahora no es un día, es una noche, yo me salí de la tarde huyéndole a la gente y aquí estoy, indeciso y húmedo, pero sin miedo, caminando sin rumbo, puedo ir donde yo quiera, solo, estático, sin gente, puede que halle la mañana, quizás haya un puente. Una ola de agua negra y espumosa, levantada por algún carro muy rápido, me reencuentra con el frío y con la rabia, entonces me hundo más en la acera y examino mi pasado, de seguro todo cambia ahora, los apuros, los desmanes, lo incierto de las cosas, algo bueno debe tener todo esto. Ahora subo por una rampa, sin techo, caminando inclinado, la lluvia cayendo, goteando. Llego a una reja, espero algunos segundos y me dejan entrar, alguien llama a uno de lo ascensores y se dispone a esperar a mi lado, siempre esperando. Mi vida sufrió un vuelco, mi aventura, mi desvelo, mis horas planificando, todo eso lo recuerdo, pero ahora, es el principio de algo nuevo. Comienzo a subir pisos, uno y otro, meditando, y me emociono, porque me gustan las cosas nuevas, desde niño, desde siempre. Siento un poco de hambre y sueño, en el espejo veo como se abren las puertas del ascensor y un pasillo blanco y silencioso me da la bienvenida. Decepción y esperanza cruzan mi mente, pero no hay nadie que me asista, así que camino hacia el fondo, donde hay una reja alta y una llave de plata, abro la puerta de madera y llego a mi casa. Como un poco y hablo un poco. No se de donde salió todo esto, solo sé que me acuesto, no rezo, no pienso y dentro de un rato, me duermo.

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