domingo, noviembre 05, 2006

 

Nueva casa


El hombre detuvo la camioneta al pie de la pequeña colina y miró a su alrededor, era un pueblo tranquilo de habitantes pacíficos y hospitalarios. “Si, será bueno vivir aquí” pensó satisfecho mientras se encaminaba hacia la nueva casa. La loma no era muy elevada pero desde ella se divisaba gran parte del pueblo, las casas de estilo antiguo simétricamente ordenadas, el río transparente, la iglesia sobria con su imponente campanario, todo se veía desde allí. El viento sopló de pronto, frío, el hombre, estremeciéndose, reinició su caminata por la delgada vereda, apenas visible, dejando atrás la cima de la colina, más adelante ya se distinguía la casa de la cual, pronto, sería dueño. A su alrededor amplios bosques dejaban ver aquí y allá las amarillentas construcciones del poblado, los pájaros dialogaban en lo más alto con mil tonalidades distintas y un aroma de tierra húmeda y flores silvestres daban al lugar un aire de paz y armonía con la naturaleza.

Al llegar al frente de la casa, el hombre comenzó a detallarla, era una amplia construcción de madera oscura, en su parte frontal tenía un extenso corredor cuyo techo era sostenido por delgadas columnas pulidas, para entrar al mismo había que subir una pequeña escalinata de apenas tres escalones. El hombre pisó el primero y sintió un crujido, que sonó a viejo, en la madera, terminó de subir y paseó por el corredor de un lado al otro con la sensación de quien ya se ha adueñado de su casa, acariciando la madera y reconociendo el olor de su nuevo hogar. El viento sopla, cada vez mas fuerte, “Va a llover pronto” piensa el hombre, saca las llaves del bolsillo y las introduce en la cerradura. La puerta se abre con parsimonia, hacía tiempo que no lo hacía, una nube de polvillo fino rodea al hombre, quien entra confiado y satisfecho. A la izquierda, unas viejas sillas y una mesita forman la sala de estar y recibo, a la derecha, una gran mesa rodeada de seis sillas altas bajo una lámpara de vidrio es el comedor, al fondo, hacia el ala izquierda, está ubicado un enorme baño y en el lado opuesto se ubica la cocina, todo esta adornado por una gruesa capa de polvo. El hombre abre las ventanas de gruesos postigos, que se quejan al abrirse, en la cocina algunas gavetas están abiertas y una ventanilla rota. El corredor del fondo permite contemplar los bosques por entre los cuales, corre un camino serpenteante en dirección al pueblito. El hombre vuelve a entrar a la casa y se dirige a las escaleras que llevan al segundo piso, donde se encuentran las cuatro habitaciones que servirán para alojar a su familia. A medida que va subiendo contempla los pintorescos cuadros colocados en la pared izquierda, todos fueron pintados por un mismo autor, un primo de la familia, en ellos están representados abuelos y tíos de los anteriores dueños, quienes vivieron por muchos años por aquellos lugares. Por fin llega arriba, a lo largo del pasillo se pueden ver las cuatro puertas correspondientes a los aposentos, cuatro habitaciones y un baño, un ruido infinitesimal, pero perceptible, llama su atención, “un ratón”, piensa, el ruido se repite, “¡Bah!, ya los iré matando”. El hombre toma la perilla de la puerta del baño, adentro hay menos polvo que en el piso de abajo, mas bien todo parece demasiado limpio, en el lavamanos, unas manchas azuladas y rojizas, rodean el desaguadero, “algún pintor intruso debe haber dormido aquí” reflexiona, entre tanto, en el fondo del pasillo el ruido se desliza. El hombre sale del baño y penetra en el primer cuarto, es el estudio, allí hay un escritorio, una ventana que da hacia el frente y un closet-biblioteca, se detiene frente a este último y lo abre, afuera se oye el ruido una vez más, pero él no le presta atención pues está abismado; en todas las hileras de la biblioteca hay fragmentos limpiamente cortados de muñecos y muñecas de todas clases y tamaños, organizados simétricamente uno por uno, como si se hubieran separado todas sus partes. El hombre toma algunos de los pedazos y los contempla; los cortes son finos y bien hechos, la explicación sigue siendo la de un intruso, quizás algo loco. Un tanto turbado, entra en el segundo cuarto, allí consigue una litera alta, un pequeño escritorio y una amplia peinadora con varias gavetas, echa un vistazo por la delgada ventana que se ubica sobre el escritorio y se preocupa un poco, tener que lidiar con alguna especie de loco no estaba en sus planes. Revisa meticulosamente el escritorio y consigue algunos papeles viejos de poca importancia y revistas amarillentas, luego camina hacia la enorme peinadora ubicada en la pared contraria, se mira en el espejo y se acomoda un poco el cabello, lleva sus manos hacia las asas de la primera gaveta y abre. En el fondo el ruido vuelve a oírse, pero esta vez se le suma el grito que da el hombre, consternado por el absurdo espectáculo que se ofrece a su vista; en el interior de la gaveta, agrupados en pequeños montones, se ven las partes cercenadas de ratones, ratas y otros roedores pequeños, de distintos colores, todo colocado con una gran limpieza y orden. El hombre pierde la calma y se dirige rápidamente al tercer cuarto, allí se encuentra con una cama doble y un mueble de madera negra con tres gavetas largas, se acerca a estas y las abre presurosamente, lo que ve lo asquea, “¿que demonios es esto?” exclama; ahora los montones son mas grandes pues están formados por las partes diseccionadas de perros, gatos, palomas y hasta un cerdo, todo cortado limpiamente y organizado de manera demencialmente simétrica. El hombre siente una arcada y retrocede, “¿quien pudo haber hecho esto?” se pregunta contrariado. El ruido, como un rumor seco, vuelve a oírse, viene del último cuarto. El hombre se endereza, “vamos a ver que ocurre aquí” piensa y lleno de decisión se encamina hacia el fondo del pasillo, en su mente se entremezclan el miedo y la ira, al llegar frente a la puerta, estos dos sentimientos entran en conflicto pero al final vence la rabia y abre violentamente esperando encontrarse con cualquier cosa, afuera los árboles murmuran con el viento helado mientras que los pájaros se adormecen un poco, el hombre pasea la mirada por la habitación; una cama angosta, junto a una de mayor grosor, con una ventana amplia en su cabecera y un grueso armario macizo al lado de una larga peinadora con dos grandes gavetas, no se oye el ruido, no se ve mas nada. Por unos segundos el tiempo se detiene y sólo se oye el tañido lejano de las campanas de la iglesia llamando a la misa vespertina. El hombre se acerca cautelosamente a la peinadora y con manos temblorosas comienza a abrir la primera gaveta, pero, un chasquido, desde el fondo del armario lo paraliza, no son ratones, el ruido es muy fuerte, el hombre toma una tabla suelta del suelo, se coloca frente a la doble puerta y abre rápidamente blandiendo el madero, entonces cae derribado por algo de pelambre marrón que lo mira con ojos brillantes; un peluche. El hombre siente como le laten las sienes de la tensión, se quita el muñeco de encima y examina el fondo del armario. Agachado contra la pared posterior, un niño de grandes ojos pardos lo observa con desconfianza, tendrá unos siete años, tiene la piel muy pálida y el cabello, de color castaño, alborotado. Lentamente se pone de pie y camina vacilante hacia la puerta, el hombre se incorpora aliviado y con una enorme sonrisa lo toma en brazos, “así que estuve a punto de morirme del miedo por culpa de un niño, ¿de donde saliste, eh?”. Saca al niño de la habitación y camina hacia las escaleras, “posiblemente lo encerró aquí la misma persona que hizo todo lo demás, quien sabe” piensa, le sonríe una vez mas al niño, quien lo ve fijamente, sin pronunciar palabra. Baja las escaleras, sale por la puerta principal y recorre todo el montículo hasta llegar hasta la camioneta donde deja a la criatura. “Quédate aquí y no te muevas, ya regreso” le dice y comienza a recorrer el montículo de regreso. Cuando llega a la cima, se voltea, el niño todavía se ve, parece que siguiera atentamente todos los movimientos del hombre, este baja de la colina intrigado en dirección a la casa y entra en ella. Si viera de nuevo el auto se daría cuenta de que el niño ya no está en él.

El hombre sube las escaleras dirigiéndose al primer cuarto, una vez allí, sacude un poco el polvo y abre la ventana, luego toma las gavetas de la peinadora y vacía su contenido en una bolsa plástica grande, acto seguido, camina hacia la segunda habitación y repite la operación. A medida que realiza su pequeña labor de limpieza, infinidad de preguntas y dudas acuden a su cabeza; “Quizás la misma persona que hizo las disecciones encerró al niño en el armario y lo olvidó. El niño es muy raro, debe ser el encierro, sus ojos tienen una mirada profunda y sus manos están llenas de pequeñas marcas, como de diminutas heridas, tal vez la persona que lo encerró también lo torturó, debe ser algún psicópata, debo andar con cuidado y llamar a la policía cuanto antes”, y sigue acomodando y limpiando.

Abajo, la puerta de la cocina se abre, una figura entra muy lentamente y con pasos medidos se va acercando al pie de la escalera, arriba se escucha el ruido de la limpieza que hace el hombre, la figura pone el pie en el primer escalón.
El hombre termina la limpieza en el tercer cuarto y entra en el último, de pronto recuerda que no ha revisado todavía el contenido de las gavetas de la gran peinadora, el pulso se le acelera y siente el corazón golpeándole el pecho; tomas las asas de las gavetas, siente un escalofrío intenso, ¿que encontrará en la gaveta?, alguien, o algo, lo mira desde atrás, siente su presencia, se voltea rápidamente, no hay nada, ni en la habitación, ni en el pasillo, un temblor recorre su cuerpo y suda copiosamente, vuelve a tomar las manillas de la gaveta, abre de un tirón y mira; adentro hay herramientas, sólo herramientas: dos bisturíes, un filoso y largo cuchillo de cocina, algodones en gran cantidad, una botella de alcohol, guantes, una inyectadora junto a un frasco de líquido transparente. El hombre va colocando todos los objetos sobre el mueble. En la segunda gaveta hay dos gruesos paquetes de hojillas y mas algodón, y en la tercera gaveta hay sólo algodón. El hombre asombrado se da cuenta de que acaba de descubrir los implementos con los cuales se llevó a cabo la carnicería de los demás cuartos. Todos los objetos están inmaculados, los cuchillos muy afilados, demasiado afilados. El hombre levanta la vista, vuelve a sentir que algo lo mira desde atrás, oye su respiración, se voltea violentamente y descubre al niño quien lo mira inocentemente y con algo de miedo, desde la puerta, “así que escapaste, pillo”, le dice cariñosamente el hombre, mientras lo toma en brazos y lo deposita suavemente en la cama; “bueno, será mejor que termine mi trabajo para irnos”, sacude el polvo de la parte alta del armario y lo revisa por dentro, luego se dirige a la ventana, la abre de par en par y contempla el paisaje, “desde aquí hay una hermosa vista, se ve todo el pueblo...aquí dormiré con mi esposa” piensa, y recuerda con cariño a su otra mitad, una sonrisa se extiende en su rostro. Atrás se oye un ruido metálico, el hombre se alarma “¡el niño está jugando con las herramientas!”, se da vuelta y entonces el cuchillo penetra silenciosamente en su garganta, de la cual brota un grueso chorro de sangre, el hombre se lleva las manos al cuello, el niño sonríe divertido y se echa hacia atrás para ver caer al hombre, este se desploma, con una mirada incrédula que se va nublando, siente que el mundo se le oscurece, y luego de unos segundos, ya no siente nada. El niño lo toma por los hombros y lo voltea, luego baja todas las herramientas de la peinadora y las coloca ordenadamente en el suelo junto al hombre, también saca todo el algodón de las gavetas, afuera llueve, el cielo de color plomizo no augura nada bueno, el niño toma un bisturí, lo hace girar, se hace una pequeña incisión en el dedo de la cual brota una gota de sangre, entonces sonríe y comienza a trabajar.

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