domingo, noviembre 05, 2006

 

"Me faltan 3 barajitas..."


“Me faltan 3 barajitas” se dijo el lunes “y llevo gastado un dineral comprando barajitas repetidas”. Miraba su álbum con desespero, ese álbum Panini que cada cuatro años enfiebra al país por el mundial de fútbol. “Voy a tener que intercambiar con más gente”. Y así lo hizo. Se fue al centro comercial en donde cerca de un kiosco de ventas de barajitas habían reunidas 50 personas; señoras, muchachas, niños, ancianos, intercambiando febrilmente sus cromos. “Esta la tengo, toma esta, dame aquella, la 200, la 529” así se escuchaba el murmullo de aquel grupo cuando llegó con la esperanza de lograr obtener sus tres barajitas que le faltaban. Habló con una o dos personas y no tuvo éxito. Una anciana no le hizo caso y un niño estaba apunto de llorar cuando se le acercó así que lo dejó quieto. “No hay caso, aquí no hay suerte” se dijo.

Al día siguiente temprano en la oficina revisó las repetidas de sus compañeros, el vigilante de la entrada, la recepcionista, el jefe y el jefe del jefe. En el ascensor subió y bajó unas 22 veces con gente de otras oficinas. En la panadería revisó con los 4 dependientes y con la cajera. Se metió en la cocina junto a los panes recién horneados y revisó las repetidas de los panaderos. Hizo lo mismo con el restaurante chino de más allá y con la pollera de enfrente. En la bomba de gasolina por fin logró encontrar una de las que le faltaba. Y mientras el empleado de la bomba iba a buscar la barajita él se encargó de llenar los tanques de dos camionetas y hasta les limpió el parabrisas silbando alegre por su hallazgo. Ni los conductores de las dos camionetas ni sus hijos tenían barajitas que le sirvieran.

Viajando en el Metro tomó 18 trenes y revisó barajitas con gente en 14 estaciones distintas entre 3 líneas. A media tarde los empleados del Metro lo sacaron a la calle por sospechoso y porque además no tenía barajitas que les sirvieran a ellos. Estaba lejos de su casa así que tomó un autobús y allí conversó con todos los pasajeros revisando barajitas. Al doblar la esquina para llegar a su casa encontró otro de los cromos que le faltaba y loco de alegría se bajó del autobús y tomó otro que iba en dirección contraria. Así recorrió la ciudad de extremo a extremo en 8 autobuses distintos, a través de 72 paradas, 48 kioscos, 10 panaderías y hasta una licorería en donde tras dos cajas de cerveza logró revisar barajitas con 23 borrachos... pero sin resultado.

Finalmente agotado tomó nuevamente el autobús hasta su casa. Era ya tarde. Se bajó y comenzó a caminar hacia la entrada del edificio. Por el camino detuvo a una vecina y al conserje pero no tuvo éxito. La barajita no aparecía. En la entrada de su edificio un indigente revolvía la basura en busca de restos así que lo rodeó para llegar hasta la cerradura. En eso le abofeteó el olor penetrante del vagabundo y se volteó para decirle que se fuera pues además estaba regando todos los desechos. “¡Epa, sal de aquí vago!”. El indigente gruñendo se comenzó a retirar de mala gana, a unos metros se detuvo y se volteó “¿A usté le falta la 29 verdad? sonrió con unos dientes picados sacando de un sucio bolsillo la flamante y esquiva barajita. De inmediato se metió en una vereda cercana para subir hasta la barriada pobre y oscura que quedaba detrás.
Él lo miró por 5 minutos mientras se alejaba. Pensando en las ironías de la vida. Luego cerró la reja nuevamente y comenzó a caminar con paso rápido por la vereda tras su barajita hasta lo más alto del cerro.

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