viernes, noviembre 03, 2006

 

Cruento


A medida que transcurren los minutos, este banco de madera, donde te espero, padeciendo, se hace más duro e incómodo. Hace tiempo que se acabó el té que tomaba y ahora estoy masticando los hielitos, removiéndolos con el pitillo de plástico. He tamborileado en la mesa con mis dedos todos los ritmos que conozco. Ante mi han desfilado unas doce familias enteras, se han tomado su tiempo para comer, han reído, llorado, peleado o guardado silencio, y luego se han ido. Apenas si me han mirado. Para mayor dolor contemplo a la perfección la montaña adornada de nubes bajas, con un sol estrepitosamente brillante invitando a la playa, como diciendo: “¿que haces encerrado allí?, ¡ven a la libertad!”. Ya me sé el ritual del semáforo que hay enfrente, asistí en primera fila a un arrollamiento; gritos, policías, ambulancia y curiosos, poblaron mi atención durante un tiempo, pero ya se fueron. Ahora miro mi reloj, ya me convencí, no vienes, una vez más.

Miro una película en solitario, en una sala de cine repleta de gente que viene en grupos, compré mis cotufas y chocolates, y nadie me guarda un puesto, porque vengo solo y hasta me enorgullezco de eso, pero ¿valdrá la pena?, digo, ¿venir solo o estar solo un tiempo?, desde luego, un tiempo. A mi lado un asiento vacío, esperándote, a ver si apareces tal cual como te he creado una y mil veces, casi a la perfección. La película transcurre entre plácida y tensa, por dos horas me olvido de la espera. Cuando termina la proyección, siento en mi estomago una familiar sensación, como un dolor, como un vacío. Luego de desperezarme un poco, contemplo a la gente retirándose del cine y dejándome allí, como siempre. A mi lado un asiento vacío, no viniste hoy tampoco. Lentamente camino hacia la puerta y abandono la sala, un aire frío me azota la cara, ya es de noche, debo volver a la casa.

En la casa me esperan montones y montones de periódicos, revistas, folletos y recortes, que me han dejado mis padres, vecinos, amigos, familiares, etc. Todos quieren ayudar a la causa, porque yo siempre estoy errado. La vida de pronto se convierte en una serie de etapas incesantes, en las cuales durante un tiempo, todas las personas que te consigues te hacen la misma pregunta: ¿a quien quieres más?, ¿que quieres ser cuando seas grande?, ¿que vas a estudiar?, ¿cuando te gradúas?, ¿cuando te gradúas?, ¿cuando te gradúas?...¿y el trabajo?, ¿cuando te casas?, ¿cuando tienes hijos?, y así va todo, en forma de coro enorme que te alienta firmemente a hacer lo que se te pregunta. En la cama me he preguntado a veces, ¿será planeado?. Me siento al lado del teléfono otra vez, como todas las noches, desde aquí leo los avisos de prensa, oigo música, veo televisión, y contesto llamadas telefónicas, en las cuales normalmente se cuela la pregunta incesante de esta etapa. Cuando ya es muy tarde, contemplo el último aviso y acaricio un tanto el teléfono, no llamaste, era de esperarse. Luego me dirijo a mi habitación, suerte de refugio repetidamente violado. Duermo soñando con el plan de fugarme.

La última noche de esta etapa caminé con todo el dinero que pude reunir y algunas cosas personales, me dirigí a la estación de autobús más lejana, llamé por teléfono a mi casa y a la casa de todos mis amigos, vecinos y familiares, a cada uno le dije sólo una frase de despedida, o más bien una pregunta: “¿Y el trabajo?” e inmediatamente colgaba. Ahora tomo el primer autobús y salgo a buscarte, porque sé que no vendrás.

Comments:
Muy de acuerdo contigo. Hace unos años atras convenci a todo el mundo que estoy loca. Si señoras y señores de ahora en adelante me llamo imaginativa y me importa un pepino lo que Uds. digan. Y nunca mas nadie me pregunto que te va a pasar ni que vas hacer. Y felizmente vivo mas tranquila.
 
Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?