miércoles, abril 25, 2007

 

Lamento del suicida

Un jueves, soleado el condenado día, a golpe de 7 de la mañana abrí la ventana y me lancé ¡Zuas! Desde el piso 15.

Pasando por el décimo piso comencé a notar un desdoblamiento entre lo que estaba percibiendo mi cuerpo: la brisa, el vacío, la velocidad…y mi mente: calma, curiosidad y además la pregunta: “bueno pero… ¿no se supone que debería estarme pasando toda mi vida delante de mis ojos?, ¿Qué es esto de que pude ver al señor García del piso 7 prendiendo un tabaco y a la dueña de la agencia del piso 5 abriendo el periódico en la página farandulera?

Finalmente el platanazo en plena avenida…un golpe sordo, unos cuantos frenazos, gritos y llantos y todo el rollo que se forma en esos casos. Justo en ese momento fue cuando descubrí mi don de ver, oír y saber todo cuanto pasaría a mí alrededor luego del suicidio. ¡Horror de horrores!

A los 5 minutos ya la cola de carros rebasaba las 6 cuadras y por allá en una camioneta, mi gran amigo, mi pana, refunfuñando: “¿¡y ahora que habrá pasado!?...Seguro un choque o algún fiscal porque aquí nunca falta algo pa’ que haya cola”…y así siguió, molesto conmigo. Resentido inútilmente con la misma cola que se consigue todos los días…pero ¡hoy la culpa es mía compadre del alma, perdóneme!

Una señora a la que le caí bien cerca mientras cruzaba la calle fuera del rayado me dedica sus pensamientos “pobrecito este idiota, ¿Qué le habrá pasado?, seguro una cuestión amorosa o se quedó sin real…¡y viene a darme este rolo e’ susto justo hoy que ando toda nerviosa!, ¡inconsciente!”…Verdad que no pensé en los sustos, en las viejitas que pasan por allí o los niños…es que la cosa es de un solo impulso ¿saben?

Arriba en el poderoso helicóptero rojo, Cañizales dice a los micrófonos: “Seguimos arriba…hay un retardo en la Avenida Francisco de Miranda y no podemos ver bien…esto acaba de ocurrir…parece que hay un arrollamiento…no, no, nos confirman que es una persona que se arrojó desde uno de los edificios y cayó justo en la vía rápida de la avenida…pero señores, ¡hasta cuando la anarquía en esta ciudad!, hacemos una vez más el acostumbrado llamado a los conductores; señores, no utilicen el hombrillo porque esa es una vía de emergencia, de auxilio vial…y a los que quieren quitarse la vida saltando desde ventanas, por favor, piensen en los demás y en vez de caer en el canal rápido ¡apúntenle al hombrillo! O cuando menos busquen una acera desierta o un jardín…es que así es como podremos hacer de esta una ciudad mejor… ¡volvemos al estudio!”

¿Ahora que hago yo con toda esta vergüenza por haber elegido mal el brinco? Me regañaron hasta por la radio. Pensándolo bien me hubiese arrojado en la estación del Metro de Capitolio como a las 5 de la tarde…quizá así no me hubiesen agarrado tanta rabia…y Cañizales me perdonaría.

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